Primavera antártica
DEL DIARIO DE VIAJE DE UN ANTÁRTICO
La vida en el continente antártico está ligada directamente al mar, a la periferia de sus costas...
Por eso una de sus características principales es el silencio: un imponente y profundo silencio que acompaña la noche polar.
Con la luz que irrumpe lentamente, en éstos días próximos a la primavera, comienza la actividad de su fauna en bullicio y alboroto, como una música creciendo en el paisaje...
Los graznidos de las pingüineras se escuchan a kilómetros de distancia...
Vuelven a sus costas focas y leopardos marinos; orcas y ballenas emergiendo o saltando de tanto en tanto en caletas y bahías... El vuelo de gaviotas, petreles, skúas, cormoranes... zambulléndose en el mar en busca del sustento. El sonido de la vida...
Todo se despliega bajo esa luz creciente que estalla en el paisaje blanco: el día polar se inicia y nuestra gente -en las Bases argentinas-, siente crecer por dentro ese disco de luz dorada que ondea en nuestra bandera. El Sol vuelve a instalarse como un dios en el azul del horizonte cubriendo todo de vida y actividad, barriendo las sombras hasta el último rincón de los hielos antárticos...
Se aproxima el día en que aparecerá el primer buque después de la noche invernal, y con él, la alegre expectativa del regreso al hogar, a las familias... Pero esa extraña nostalgia que nos embargará al alejarnos embarcados del territorio del hielo, comienza a florecer por dentro…
El ciclo perpetuo de la fauna volverá a repetirse un año más, y también el ciclo de nuestra gente, que se inició un febrero de 1904, cuando se instaló la primera dotación en la Base Orcadas , renovándose cada año.
DEL DIARIO DE VIAJE DE UN ANTÁRTICO – 1978- 1979
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